viernes, agosto 26

ESTACIONES


Los días de verano llegaban a su fin, pero la muchacha intentaba que eso no ocurriera. Arrancó las páginas del calendario de los meses de Otoño e Invierno, buscando así detener el tiempo en el mes de Agosto.

Con las primeras lluvias, Emesh, su Dios, su amante, daría paso a Enter, con su aliento gélido, con sus largos dedos de escarcha. Con él se iba todo lo que a ella le gustaba; Los atardeceres cerca de la Cascada, los primeros rayos de Sol, débiles todavía, apaciguando la brisa de la mañana, el olor de las briznas de trigo, las suaves noches...Todo eso terminaría en pocos días.

Su treta pareció dar resultado; El Astro Rey, brillaba con mas fuerza que nunca, “Habré acabado con las frías noches para siempre, los días tristes y grises” pensaba al despertar y ver que nada había cambiado. Así pasaron días, semanas. El Otoño no llegaba y tampoco llegaría el Invierno.

Hasta que una mañana, no notó el calor del alba en su rostro. Desesperada, corrió hasta la puerta; Un manto blanco cubría el campo y los copos de nieve, se enredaban en su pelo y jugaban con las corrientes de aire.

Una lágrima brotó de sus ojos tristes; Enter había regresado, mas salvaje y duro que otros años. La pena se hacía dueña de su corazón...y de repente, apareció; Entre las compactas nubes que cubrían el cielo, un hilillo dorado enjugó su llanto.

“Emesh se despide de mí. El año que viene volverá”, pensó mientras jugaba con la primera nieve caída.

jueves, agosto 25

COYOTE LOCO


Ser un cabrón no es divertido. Vale que, algunas veces, puedes descargar tu frustración en tus enemigos, pero el placer es muy efímero y no da tiempo a saborearlo. Aún así, no me quejo; Mato por diversión y eso me gusta; Además me pagan por ello, no puedo pedir más. Me llaman Coyote Loco; Mejor que no me tengas por enemigo.

¿Por qué os cuento esto? Acabo de terminar un trabajo, nada complicado, por cierto. Una familia; El marido no pagaba sus deudas y mi jefe no podía permitirlo. Querían que sufriera. “Utiliza la imaginación” me dicen. He quemado a la mujer con ácido; El hombre no ha resistido ver los jirones de piel y carne que se iban desprendiendo del hueso. El capullo se desmayó; mejor, no quería oir sus lamentos. Me ponen enfermo los que suplican. Que hubieran pensado en las consecuencias.

Pero...al salir me he sentido distinto, cambiado. He decidido no volver a matar, lo juro. No tiene sentido; Nadie aprende con los numerosos ejemplos de los que son asesinados y siguen cayendo en los mismos errores. Cogeré mis cosas y me largaré lejos, donde pueda empezar una nueva vida.

- ¿Tienes fuego?- noto la respiración del tipo pegado a mi cogote.
- No fumo, amigo – le respondo, girándome para poder saber quien es.

Juega con algo dentro del bolsillo de la cazadora. Está nervioso; Huye de mi mirada, y no hace mas que comprobar que estamos solos.

- ¡Dame todo lo que tienes, hijo puta!- grita, intentando intimidarme.
- Será mejor...

El muy imbécil se abalanza sobre mí con algo metálico en la mano y me hace un corte en un brazo, nada que no arreglen unos puntos, pero me cabrea. Un paso atrás vuelve a poner distancia entre los dos.

- No quiero hacerte daño. Olvidaré lo del brazo. Deja esta vida – en otras circunstancias acabaría con él pero he cambiado. Intento calmarme.

No atiende a razones; Vuelve a la carga; Ahora, el metal se ha clavado en mi pierna izquierda.

Desgraciadamente para él, una navaja no tiene nada que hacer ante mi Colt; Un solo disparo, directo al corazón acaba con él.

- ¡Dios mío! – alguien mas se nos ha unido - ¡Hay que llamar a la policía!.
- No se preocupe. Váyase a casa y olvide todo esto.
- Pero..¡Hay un hombre muerto!.

Saca su móvil y empieza a marcar los números. ¿Es que no entienden lo que les digo?.

- En cinco minutos est

No necesitaba testigos. Habrá que dejar para mejor ocasión el cambiar de vida. Mi móvil empieza a vibrar. Un nuevo trabajo, en un restaurante cercano.

Lo necesito, esta noche me noto tenso.

martes, agosto 23

Volar en un pozo

Se le rompió la vida al querer usarla. Fue a volar y, sin darse cuenta, lo que había hecho era quitarse las alas. Se ahogaba, sí. Y se escondió en un pequeño cuarto – oscuro, cerrado y sin ventanas – para intentar coger aire. Se aferró a su verdad. No quiso mentir. Y acabó perdida, sin luz ni guía. Sentía que ya no sentía y buscó sentir. Y abandonó su sueño primero – agotado, según ella – para empezar uno nuevo que se tornó pesadilla. Un matrimonio gastado, por el que creía que no valía la pena seguir luchando, dio paso a un espejismo de libertad que pronto se reveló como soledad total y absoluta.
Y sus sueños quedaron enterrados bajo montañas de facturas, quehaceres, gestiones y preocupaciones. Había leva ancla, dejando atrás un marido que ofrecía seguridad y calma. Y sin más, la realidad, realidad de tormenta y tempestad, se la engulló entera.

SEMILLA DE DRAGÓN (Continuación)


Antes de que os preguntéis ¿Continuación de qué?, Aquí os dejo los enlaces en orden de lectura de lo ya publicado:
http://sangreyfuego.blogspot.com/2005/07/el-alquimista.html
http://sangreyfuego.blogspot.com/2005/07/garrik-continuacin.html
http://sangreyfuego.blogspot.com/2005/07/cuntame-un-cuento-continuacin.html

Y ahora, la continuación....

Al cumplir los dieciséis años, todos los jóvenes pasaban a ser considerados adultos. En ese momento, debían decidir cual sería su oficio. Jermel, temía la respuesta de su vástago. Le conocía demasiado bien para saber que las horas que pasaba en el bosque practicando con la espada de madera, que él mismo fabricó, no eran sólo una distracción de niños.

Y los días, como los años, pasan rápidos, dejando sólo recuerdos. Y así llegó el momento en el que Garrik debía decidir su oficio.

Esa mañana, Garrik estaba inquieto, nervioso. Su padre apenas despuntó el Sol en el horizonte, había salido de la casa. Vivían solos en un viejo caserón de adobe y piedra desde que la madre desapareció si dejar rastro alguno. Él tenía menos de un año cuando aquello sucedió; Su madre salió a recoger el primer brote de Aulea, una extraña flor venenosa que al amanecer dejaba un fruto muy delicioso. Si no se recogía, daría lugar a otra Aulea, por lo que recogerlo no sólo era una cuestión de alimento, sino que controlaba a la invasiva flor. Lo cierto es que nunca volvió a casa. La buscaron noche y día por todo el bosque. Parecía haberse vaporizado, hasta que, un leñador encontró su ropa manchada de sangre; Algún Gong, seres inmundos, parecidos a los humanos, pero con grandes garras y pequeñas extremidades, había aprovechado la oportunidad. Desde aquel día, nunca mas se recogieron Auleas en el interior del bosque, y sólo los más jóvenes probaban su valor adentrándose en él.

Mediada la tarde, Jermel volvió al pueblo. Garrik, trabajaba en la Carpintería, intentando no pensar en la irremisible decisión que debía tomar.

El sonido de las oxidadas bisagras le indicó que alguien había entrado en la casa. Corrió hasta la entrada y allí estaba su padre.

- Garrik, chico. Acompáñame.

Jermel alejó su figura tras la puerta y su hijo siguió sus pasos. Anochecía ya, y eran audibles los aullidos de los lobos, que bajaban de las colinas en busca de comida.

- ¡Un caballo!- los ojos de Garrik parecían salirse de sus órbitas.

“Mi propia montura” pensó el chico acercándose con algo de temor hasta el corcel. Si, en la aldea había mulas, percherones, pero sólo cuando algún soldado se dejaba caer por el pueblo, podían ver un caballo de verdad.

- Es tuyo, hijo mío- Jermel atusaba el pelo de Garrik, con cariño.
- ¿Por qué lo has hecho, padre?- preguntó con lagrimas en los ojos.
- No has nacido para limpiar pescado o untar brea. Tu destino es otro bien distinto.
- ¿Y la Carpintería?
- Tu primo Folkjen es diestro con la madera y ya he hablado con mi hermano y está de acuerdo.
- ¿ Que pasará conmigo?
- He hablado con el herrero; Él tiene un pariente en Goland, la Capital de Tierra Seca, al Sur. Partirás en su busca y te ayudará a ingresar en el ejercito.

Al caer la noche, todos los aldeanos bebieron y bailaron en honor a Garrik. La elección de su vida adulta era un buen motivo para charlar y dar buena cuenta de cerveza y las mejores piezas capturadas en el día.


La tradición decía que cada vecino, debía hacerle entrega de alguna de las herramientas que le sirvieran para su nueva etapa. Un arpón, algunos aparejos...nada que le fuera a servir al chico. Así que, en aquella ocasión, decidieron hablar con Harukm El Mercarder, que por unas pocas monedas de oro les consiguió una armadura...Bueno, algunas piezas de metal que en algún momento lo fueron, pero que ya dejaron de serlo hacía tiempo. Con la ayuda del Herrero, le dieron algo de lustre y repararon las partes mas dañadas. El chico agradeció el esfuerzo de todos; Eran un pueblo pobre y aquello era lo mejor que podían ofrecerle y no se sentía para nada defraudado.

DISPARO CERTERO


La cuerda se tensó hasta que un lamento de la vieja madera de roble dijo basta. El arco dibujaba una parábola perfecta, como tantas otras veces. Walter Tell, el hijo de Guillermo Tell, el mejor ballestero de la historia, se disponía a repetir la hazaña de su progenitor.

A cien metros de distancia, Eric, su vástago, esperaba paciente con una manzana en la cabeza. No tenía miedo; Conocía la habilidad de Walter, y aquello era un simple trámite con el que pasar el tiempo.

La flecha, cortó el viento a velocidad endiablada, aproximándose a su objetivo con determinación.

Eric cayó al suelo fulminado; El proyectil había hecho blanco entre ceja y ceja, descerrajándole el cráneo. Sus ojos buscaban alguna explicación en el rostro de su padre. “ Ha fallado” fue su último pensamiento.

- ¡Perfecto!- pensó Walter ante la mirada atónita de su padre- El bastardo valdrá de ejemplo para que su madre termine con sus correrías nocturnas.

Guillermo, que hasta entonces había permanecido en silencio, desenfundó su pequeña daga de plata y degolló allí mismo a su hijo.

- Tu hijo no era el único bastardo de la familia. Creo que es justo que pagues por ello.
Y, como si nada hubiera ocurrido, recogió la manzana del suelo y dio buena cuenta de ella.

lunes, agosto 22

CAPRICHOSO DESTINO


El destino es caprichoso pero certero. Eso pensó Bernard Shoe, cuando, a su recién estrenada consulta de Odontología, entró el Sr. Drummond, Director de la Banca Drummond, el mayor prestamista de la ciudad.

El ignorante paciente no le recordaría, pero él reconocería a aquella bola de sebo, jadeante y sudorosa, a kilómetros de distancia. Fue él quien les echó de su casa cuando su padre se quedó sin trabajo y no pudo hacer frente al pago de la hipoteca.

- Negocios Allen – dijo el gordo al acompañar al agente judicial a entregar la orden de desahucio.
- Pero...El lunes tengo una entrevista...-Paul Allen, su padre, firmaría un nuevo contrato la semana siguiente, y sus problemas financieros acabarían.
- Lo siento, no puedo esperar.

La casa de los Shoe era el último obstáculo que paralizaba la creación de un nuevo Megacentro comercial y aquella había sido la excusa perfecta. Después de innumerables ofertas de compra, Drummond lo iba a conseguir gratis...si no hubiera sido por el pequeño pago realizado para traspasar la hipoteca hasta su sociedad y presionar a Conservas Lin para que despidiera a su jefe de Administración.

Cambios continuos de vivienda, un padre depresivo y alcohólico, una madre adicta a los somníferos...su vida se convirtió en un infierno a partir de ese momento, hasta que se fue a vivir con sus abuelos, los Shoe. Con sólo nueve años, había conocido el lado amargo de la vida.

- Tenía cita a las ocho – dijo Drummond a la recepcionista.

Bernard sonrió al ver al responsable de su desgraciada infancia nervioso. Se limpiaba las gotas de sudor con un usado y viejo pañuelo de tela. “Hay cosas que nunca cambian, aunque está aún más gordo de lo que recordaba” pensó mientras se acercaba a saludarle.

- Sr. Drummond – Bernard intentaba parecer amable – Ya puede pasar

Llevaba mas de cinco minutos sentado en el cómodo sillón, viendo como joven preparaba el instrumental cuidadosamente. Ajeno a las desdichas sufridas por el dentista, intentaba no pensar en que muchas de aquellas herramientas, estarían en su boca en poco tiempo.

Bernard se tomó su tiempo; Quería ver a Drummond sufrir y nada mejor para eso, que exponer todo aquello que presuponía dolor: Jeringuillas de agujas interminables, tornos, punzones, incluso unas tenazas que no tendrían por qué estar ahí, pero que servían a su propósito.

- Bo mmm dolerá buussho, ¿Verdad?- Drummond apenas podía hablar con aquel tubo metido en la boca. Diría que su boca estaba mas abierta de lo normal y su mandíbula parecía a punto de desencajarse.
- No se preocupe, con usted me tomaré todo el tiempo necesario. Ahora respire hondo.

El gas penetró en sus pulmones y le llevó a un estado semiinconsciente; Intentaría relajarse y dejar hacer al odontólogo. “ Creo que he elegido bien” pensó cerrando los ojos.

La aguja entró directamente por el paladar. Un intenso dolor recorrió a Drummond; Aquello fue momentáneo; El torno se habría paso a través de sus encías. Abrió los ojos asustad; El dentista parecía fuera de sí y tenía las gafas y la bata cubiertas de sangre y los restos de sangre que salían despedidos de su boca. Intentó incorporarse, pero el gas y una mano firme le impedían hacerlo.

- ¡Eftá loco, Shoe!;Sólo será un momento, Sr. Drummond. Por cierto, no me llame Shoe, prefiero el apellido paterno, Allen.


Aquel trabajo, lo disfrutaría de veras.

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